Wellcome Library, London
24 septiembre 2016
Una mujer pobre que paría conejos a principios del siglo XVIII en Inglaterra.
No es un cuento fantasioso, sino una historia aparentemente real que llenó las portadas de las publicaciones de la época."Desde que les escribí, la pobre mujer ha dado a luz tres nuevos conejos, todos ellos a medio crecer; el último duró 23 horas dentro del útero antes de morir. Si usted tiene alguna persona curiosa que quiera venir a verlo con sus propios ojos, parece que tiene otro en su útero, así que puede venir a sacárselo cuando quiera. No sé cuántos conejos le quedan adentro".
Esa carta se la escribió John Howard, un "prominente cirujano" de Guilford, Inglaterra, a Nathaniel St Andre, médico de la corte del rey Jorge I en 1763.
La "pobre mujer" era Mary Toft, de 23 años. Ante la suculenta historia, St Andre no dudó en ir a examinarla.
"El 23 de abril pasado, mientras orinaba en el campo, vio un conejo saltando cerca de ella,corriendo. Por eso desarrolló una fijación por los conejos", escribió el médico real.
"Desde entonces y por más de tres meses, siente un deseo constante de comer conejos, pero como es muy pobre, no ha podido procurar ninguno".
Cuando vio el conejo que la sorprendió, Toft estaba embarazada y aparentemente tuvo un aborto espontáneo poco antes de que naciera el bebé.
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Madre de conejos
"Hoy nos parece descabellado, pero tenemos que entender que en esa época existían muchas dudas sobre la concepción. Incluso gente educada creía que las mujeres podían afectar el desarrollo de los huesos del feto con su pensamiento", explica Karen Harvey, profesora de la Universidad de Sheffield y autora de un libro sobre Mary Toft que será publicado próximamente.
Fue después de esta dramática experiencia que Mary, apoyada por su marido y por el doctor Howard, comenzó a decir que estaba dando a luz conejos.
A pesar de que salían muertos de su vientre, parecían estar saltando dentro de ella, en su estómago, según observó Richard Manningham, quien la examinó.
"Efectivamente había un movimiento en alguna parte del lado derecho de su estómago", escribió.
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El doctor St Andre vio "nacer" el décimo quinto conejo y volvió el caso público. Pero otro de los doctores reales, Cyriacus Ahlers, no estaba muy convencido.
"Le pregunté a la paciente algunas preguntas que no fue capaz de responder. La observé con atención, caminaba por la habitación presionando sus rodillas, como si tuviera miedo de que algo se cayera".
Con Ahlers en la pieza, Mary Toft dio a luz otro conejo, asistida por John Howard.
"Para ese entonces yo tenía serias sospechas, pero fingí una gran compasión por el cuidado de la mujer, lo que le dio la oportunidad a Howard de contarme todo lo que la pobre mujer había sufrido, y que él esperaba que su majestad le otorgara la gracia, cuando todo esto acabara, de una pensión, dado que había tantos otros a los que se les había otorgado una pensión sin merecerla…".
El principio del fin
Ahlers investigó las partes de conejo y encontró algunos detalles bastante sospechosos: tenían bolitas en sus estómagos que indicaban que habían comido heno y algunas de sus partes parecían haber sido cortadas con cuchillo.
"Técnicamente, Mary Toft sí dio a luz conejos. Durante meses partes disecadas fueron introducidas a su cuerpo, ella las mantuvo y horas más tarde su cuerpo las expulsó. Este fue un proceso incómodo y muy real", señala Harvey.
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La paciente fue llevada a Londres donde esperó el nacimiento de su décimo octavo conejo. El caso ya acaparaba las portadas de todos los periódicos y el artista William Hogarth hizo una caricatura del examen de los conejos, saltando en el piso.
"Nadie, hasta que la mentira terminó, comió conejo", decía un reporte de la época.
"Me parece increíble que hayan creído que podían seguir con la estafa en Londres, observados tan de cerca. Obviamente los iban a pillar", comenta Harvey.
Uno de los porteros de la casa donde se estaba quedando la supuesta madre reportó que ella le había pedido que le trajera "el conejo más pequeño que encontrara". Richard Manningham estaba furioso.
"Le insistí que confesara la verdad. Le dije que creía que era una impostora y que por lo mismo había decidido hacerle un experimento bastante doloroso".
Fue entonces cuando la mujer confesó.
"No seguiré más con esto. Prefiero colgarme".
En una serie de confesiones llenas de contradicciones y frases cortadas, la mujer dio su versión de los hechos.
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"Tuve un parto horroroso. Una cosa monstruosa salió de mí seguido por una inundación justo después de que vi conejos".
Lo que describe Toft es un aborto y lo que vino después.
"Mi cuerpo estaba tan abierto como si un niño hubiese salido de él. Sentí dolor como que me picotearan los huesos por dentro durante una hora o más".
Pero el resto de la historia tiene tres finales distintos en cada confesión.
En una, niega el fraude.
En la siguiente, dice que la ayudó la esposa de un afilador de cuchillos que había pasado por el pueblo.
Y en la última, involucró a su suegra.
El doctor St Andre, quien en un principio había creído en la historia, se retractó.
"Estoy completamente convencido de que esto es un abominable fraude".
Como técnicamente fingir un embarazo de conejos no era delito, Toft fue puesta en libertad sin cargos.
Murió 40 años después y en su certificado de defunción en la iglesia quedó registrada como: "Mary Toft, viuda y la impostora del conejo".
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