Thursday, August 11, 2016

La nueva vida de Rubio, el perro callejero adoptado por una azafata alemana

El perrito conoció a su nueva dueña en un hotel de Puerto Madero, donde pacientemente la esperaba. Ahora se mudó con ella a Alemania y cambió su vida. .

La vida en Alemania de rubio, el perro adoptado por la azafata Olivia Sievers (Facebook).



La vida en Alemania de rubio, el perro adoptado por la azafata Olivia Sievers (Facebook).


De perro callejero en Buenos Aires a mascota en una hermosa casa en Alemania, la historia de Rubio tuvo un final feliz. Durante meses, este perro esperó a la azafata Olivia Sievers en la puerta de un hotel de Puerto Madero, hasta que ella finalmente lo adoptó y se lo llevó a su país. Ahora, comparte su cotidianeidad a través de las redes sociales.



¿Cómo nació esta historia de amor? Olivia es una azafata de la aerolínea alemana Lufthansa. Cada vez que tenía un descanso en Buenos Aires, dormía en un hotel de Puerto Madero. En la puerta, siempre la esperaba un perro callejero, al que bautizó como Rubio. Diez meses después del primer flechazo, y tras varios reencuentros, decidió llevárselo. Consiguió la autorización sanitaria para poder trasladarlo y el perrito viajó para formar una nueva familia.


Rubio disfruta de su nuevo hogar en Friesland, un distrito rural ubicado a 280 kilómetros al oeste de Hamburgo.

Allí convive con Olivia y su novio, junto a otros dos perros. Su rutina actual incluye juegos en un campo lleno de flores y paseos en bicicleta. "Rubio está espectacular", dice a Clarín Ariel Rota, de la asociación Mascotas Puerto Madero Adopciones Responsables, que colaboró para que el perro encontrara un nuevo hogar. Sigue en contacto con Olivia, se escriben por chat y se mandan fotos. "Se hizo muy amigo de los otros perros.

Tienen como un campo atrás de la casa. Se los ve corriendo y en bicicleta. También hay caballos en la zona. El lugar es espectacular", describe. Mirá también: Un cachorro estrena prótesis después de que un vecino le cortó dos patas con una espada Acostumbrado a las calles, Rubio no era un perro domesticado. "No se dejaba agarrar, era esquivo", cuenta Rota. "Cuando Olivia nos contacta, nosotros le decimos: 'mirá que no se deja agarrar'. Y ella nos responde: 'pero yo lo agarro, lo toco, lo acaricio'. Entonces, había que probar. Fuimos, la conocimos a Olivia y juntos lo llevamos a una veterinaria", relata. En ese momento, la azafata quería amadrinarlo.

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